martes, 5 de mayo de 2009

TIEMPO DE LIBERTAD

Los que ahora son padres y madres de 40 y 50 años habían jugado en la calle y en el parque, solos, durante años. Iban solos al colegio, se peleaban y hacían las paces con sus amigos en el camino a casa… Ahora los acompañamos al cole, con suerte caminando, les transportamos de extraescolar en extraescolar y al llegar a casa y después de hacer los deberes, el premio puede ser un rato de consola. Es hasta difícil quedar para jugar con el vecinito, porque sus clases de piano no coinciden con tus clases de judo. ¿Dónde les queda ahora la libertad a los niños, qué vendrá bruscamente cuando se conviertan en adolescentes? ¿Habrán tenido tiempo de practicarla para hacer un buen uso después?

La psicóloga Maite Romero es categórica: “Metemos a los niños en un mundo de prisas, por dos razones: los horarios laborales, que llevan a necesitar tener al niño ocupado y tutelado hasta que lleguemos a casa, y también que los padres están cada vez más obsesionados en que aprendan cosas extras, como inglés o danza. El niño no debe tener tanto tiempo ocupado como para que no pueda respirar en el día a día.”

Los maestros se quejan de que los niños hacen los deberes deprisa y corriendo, que se nota que siempre tienen “algo más que hacer” después, conectarse al Messenger, mirar una serie de la tele… y que el ritmo diario no les permite asentar los conocimientos que van adquiriendo en la escuela y consolidando en los deberes. Del mismo modo, jugar les permite digerir todo lo que han aprendido, en la escuela y en la vida. Romero insiste:” Los niños cada vez juegan menos y eso repercute negativamente en su desarrollo. Si no les dejamos jugar, tendremos niños muy diferentes a los de ahora.”

Según explica esta psicóloga, la mejor manera de ayudarles a suplir esta carencia de libertad es darles “tiempo y espacio de relación con otros niños, la relación entre iguales, sin reglas de profesores o alumnos. Les ayuda a asumir reglas, solucionar conflictos, negociar, practicar la libertad”.
La realidad es que en el día a día la relación entre niños disminuye porque se han de ajustar al ritmo de vida de los adultos. La psicóloga advierte: “Muchos niños se tienen que subir precipitadamente al carro de sus familias”.

La pedagoga Imma Marín advierte también contra las “largas jornadas laborales” de los niños y da algunas pistas para suplir la carencia de libertad actual: usar las ludotecas; recuperar el parque y jugar con chándal, para ensuciarse; abrir patios de escuelas en horas no lectivas para tener un espacio protegido del tráfico para divertirse; propiciar que vengan amiguitos a casa, y reservar cada día diez minutos para jugar con nuestros hijos.

La psicóloga Maite Romero resume, rotunda: “Hay que frenar el ritmo. Creo que la mayoría de los padres nos damos cuenta de lo que está pasando, pero nos escudamos en excusas como no tener tiempo. Hay que reflexionar sobre nuestro ritmo diario, ser valientes y hacer cambios para dejar respirar al niño. Dejar tiempo para jugar no es perder el tiempo.”


1 de febrero, 2009. MAGAZINE, La Vanguardia

1 comentario:

Unknown dijo...

Me parece un gran artículo. Gracias por colgarlo en el blog. Yo añadiría la presión que sienten los padres con esto de las actividades extraescolares, parece que si no los metes en clase de idiomas o música estás perdiendo el tiempo o no los estás estimulando lo suficiente. Yo tengo una niña de 3 años, ya sé que es pequeña aún pero no dejo de oír cómo sus amiguitas un poquito más mayores ya van a un montón de actividades... UF! Lo que me espera!!. Todavía tengo un tiempo para reflexionar sobre todo esto pero el artículo me ha dejado más tranquila. Las prisas nunca son buenas para nada. Un saludo. Ruth (mamá de Raquel, Esparriots Grans).